Encuentro que no fue lunes
–Te has enamorado durante el viaje?–
Esa fue la pregunta que hice a alguna compañera un día antes del encuentro.
–No — La verdad, es que nadie me ha interesado. Pero he conocido uno lindoooo—-
Vaya!!! digo yo.
En un día cualquiera de este raído año 2017 en los adentros verdegal estaba presta a continuar camino sin hacer partícipe de mis quereres ni al más fiel de los canes. Sin embargo, fue inevitable.
Detrás del adiós del día veloso y blanquecino, llegó moviendo medio rabo, medio acariciándome, seduciéndome un poco. Yo que no me resisto a ese tipo de cariños… así que se puede imaginar el lector que cedí, el can este, era juguetón y vivaracho, decidido a ir conmigo hasta donde nos diera el sol del día. No es la primera vez que me pasa estas cercanías con los animales sueltos de los pueblos que visito, tampoco es la primera vez que me seducen y yo quedo encantada. Y no es la primera vez que mi domesticación momentánea me deja meramente sorprendida. Digo yo, que irresponsabilidad la de la gente con estos animales y que irresponsabilidad la mía ocasionar afectos momentáneos. El can se esfumó de un momento a otro o yo me escondí, no sé bien. Pero..
Pero en estos descritos anteriores quehaceres, me tope con unos ojos, o quien sabe con unas sonrisas, de esas grandes y con unas cuantas pregunta/respuestas un tanto bobas, –SÍ — de esas, que se te escapan cuando los nervios se juntan y no sabes bien si quedarte callada o sonreír. Preguntaba por café y yo por dulces. Compré unos y la invitación a café apareció momentánea, sin disimulo, tanto que la vendedora echaba largo ojo de un lado al otro.
Nos fuimos en definitiva como eternos conocidos derecho al desconocido café de la esquina. Creo que no logré ver que pasaba a mi alrededor, solo recuerdo que ya llevaba su chaqueta en mis hombros. El frío estaba llegando. El café rápidamente entró por mis entrañas y su encantadora personalidad hicieron estragos mis sentidos. Pasamos del café a una esquina escondida de dos llamados miradores, “viewpoints” decía él tratando de arreglar mi desmejorado Spaninglish. Entre idas y venidas, conversa una tras otra, se nos juntó la confianza, y algunas copas nos invadieron de contento. Yo por mi parte estaba parada en la dicha. Así, contagiada por su no sé qué, terminé en su boca y enlazada entre sus rubios vellos de sus brazos.
Pasamos luego de un encuentro a otro, del parque, al café, de un mensaje a otro, un vino a otro vino rozando al hedonismo, y luego una sensación de vacío en la panza y unas ganas de quedarme en sus ojos, imaginable!!.
Las noches siempre tuvieron los ojos abiertos, y el día contempló las horas gastadas de miradas. Llevaba prisa el tiempo, mis labios apretaban sus ansias, teníamos que acelerar e inclinarnos entre el ir o quedarnos, entre apetecernos y mantenernos, entre gustarnos y esperar, entre cogernos o soltarnos, entre escaparnos o separarnos. Sin inequívoca claridad, obedientes, de vientre descubiertos fuimos amaneciendo. Escuché un violín, me bailó una cumbia, respiré manjares. Incapaz de lamerme le creí al amor…
Nos dijimos hasta luego…