Laguna 69 en Ancash -Perú Las lagunas del Huascarán
La laguna 69 esta cobijada en el Parque Natural Huascarán y en el camino siempre se encuentra primero a la Laguna Llanganuco, luego a la laguna 68 (laguna negra) y finalmente, la laguna 69, la aturquesada andina.
Las corrientes y ríos dando vida transitan, con algunas aguas que se le escapan al Huascarán o al Tuco quizá, o parten del Huandy, que todavía llora a su amado por el no encuentro y la lejanía, y delirante se debate entre acompañar los pasos sureños del Santa, los orientales del Quilcay o quedarse mirando aturquesada desde el corazón mismo del Parque, desde la laguna 69…

Primero, el encuentro con Yungay, más arriba en lo alto, mira la Cordillera Blanca con cenizos cachetes y copete blanco, haciendo honor a su nombre, blanca. Se oculta unas veces, otras, sale para las pupilas de los autóctonos y de los mundanos visitadores. No sabe de aprietos, solo de alturas y menudas despedidas de aguas. Bajan, cortos chorros, de aquellos que solo se puede describir con los sentidos: con el gusto, saboreas el golpe de sol que cae de mañana, mientras, cuesta arriba se desvela el horizonte y te saluda mano a mano el gris, el glauco, amarillo, añil y etc. Con el tacto, el fuste de quisuares y toda la flora; con el olfato, el boyal presto a la compañía, a la amistad…sin reservas de arrimo se retratan a cambio de sal o de una simple curiosidad. Con el oído, por entorno escondido, los silbidos de zorzal y gorrión andino, y con tus dos retinas, las aturquesadas andinas.
Bajan, cortos chorros, de aquellos que solo se puede describir con los sentidos: con el gusto, saboreas el golpe de sol que cae de mañana, mientras, cuesta arriba se desvela el horizonte y te saluda mano a mano el gris, el glauco, amarillo, añil y etc. Con el tacto, el fuste de quisuares y toda la flora; con el olfato, el boyal presto a la compañía, a la amistad…sin reservas de arrimo se retratan a cambio de sal o de una simple curiosidad. Con el oído, por entorno escondido, los silbidos de zorzal y gorrión andino, y con tus dos retinas, las aturquesadas andinas.

Mansa y pomposa, cálida y fría, solitaria, de espaldas a los paredones y con cara azulada mirando de cariño, dando la bien llegada, así está ella, La de Llanganuco primero, que despierta el éxtasis en el primer encuentro; se deja capturar, se deja agasajar y rápidamente te despide. Siguiendo camino entre el ondulado más allá, se produce otro encuentro con La 68 o la negra, (digo yo).

Y paso a paso, por el caminito más arriba, con el zigzagueo del viento; por entre los pagos y recompensas, anunciantes de llegada, piedra encima, como torre o pila, de mayor a menor, de pequeño a grande…
Unos lo bailan, otros se juntan con ella y algunos festejan su belleza a dos pasos no más de sus manos. La natura allá, se regala enigmática para las pisadas, las sonrisas y el terrenal corazón.
El recorrido y su paisaje en fotografía





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