Al Amazonas con amor.
Aquí en el Amazonas, se encuentran los sentimientos, las aguas, el cielo y el suelo y tu amor y mi voz….. Si, me inspira. Es la liberación de tus huesos hechos angustia en las paredes de la ciudad.
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No quiero lluvia sin tus aguas, no quiero aire sin tu selva.
–¡Buenos días selva peruana!
Transitando el Huallaga primero, en lanchas, novedad para el espíritu viajero de carretera y para los ojos no acostumbrados a pasearse por entre el corre corre de paredes verdes o horizontes tostados. Aquí el horizonte se abre en espejo silencioso, la palabra se riega dinámica en las laderas, con la venta de fuanes, en las sonrisas sostenidas de huambras; en el mercado al aire libre, en el inguiri y el aguaje.

La lancha es la encargada de saludos continuos al Amazonas, despide en sus interiores olor a comida y se atiborra de costales de verduras, frutas, menestras; hamacas que se embarullen de filo a filo, en una superficie de turba en calma, como el corazón que empieza a plañir por la descarga de emoción a lo desconocido, el Amazonas.
Extranjeros o “gringos”, como dicen allí mismo, ocupan lugares siempre en conjunto. El inglés se oye fluido y vigoroso, despierta fisgoneo. Algunos observan indeterminadamente, otros no le ponen el infinito cuidado, no piensan en distancias ni cercanías. Los suspiros se escapan dobles, todo se tiñe de regocijo, afloran las reflexiones. Se estremece el cuerpo.
La proa y la poa están siempre disponible para los ojos que recogen pintorescas escenas que se plasman en tonito perpetuo. Por estribor y babor cargas y descargas, helados y aguajes. Y por las noches llega el chillido de los noctámbulos, el espíritu de los palos vivos, la sombra de los peces, los dioses y su experiencia.

El Marañón sale al encuentro, buen tramo se recorre, pero en algún instante con algunos meandros, viene del otro lado el Ucayali que se acelera y en frenética contienda se junta, consumidos y absortos se recogen, se abalanzan lunáticos y en una incuestionable cercanía de coito completo, nace el Amazonas, ancho; hace ahora expandir el paisaje.
Se tejen amores llullampuros y verdaderos, protegidos por el ñacar que anda suelto en plaza.. A lo lejos, en lo variopinto, algunos loros parlan sin cesar. Y otros pájaros buscan sus patas posar. Escasa está la selva, gimotea, de algún lado se escapa el lamento, es el chullachaqui, lo oye el timonel.

En una armonía de beso se congela la tarde, y entrega su ánimo al amor. Al Amazonas con amor.
Es imperdible tomarse un algo en el malecón de Iquitos y capturar un ocaso.






