
Y hoy vamos a ir por la Comunidad de Miguel Grau
La canoa se tambalea a orillas del Nauta, y la piel tostada de Purificación casi es un presagio de alguna amistad. Se acomodan, comen pan y se embeben en burla…van más de dos, Ricardo y sus buenos amigos. Me invitan con ellos, hasta Miguel Grau su comunidad.
–En dos vueltas ya estamos—, dice Ricardo.
La victoria Amazónica, o lirio de agua nos recibe, está naciendo regía, toma agua del Amazonas que está casi iniciando subienda, y va reposando buena parte de sus casi amarillentas aguas en significativos hoyuelos hondos que contribuyen al baño vespertino.
Se levantan las casas con los pies próximos al río, en hilera, acostumbradas al picante sol y al saludo largo de las aguas del Amazonas que, llegan algunas veces hasta las plantaciones de camu camu de Purificación, tapan las yucas de Lidia y se desplazan por entre la guayaba brasilera de Reinaldo.
Algunos viejos árboles cobijan las contadas esquinas de la calle principal que conecta camino derecho hasta Hipolito Unanue. A ambos lados escoltan casas de madera con techos de palma, altos y ventilados, algunas con dos pisos, vistosos colores y hamacas para tirarse a la bartola de cuando en cuando.

La mañana inicia cuando el sol se muestra, poco antes de las seis; también los pajarillos abren inicio al día. De algún lado se asoma Fredy con leña al hombro, Juana y María traen el agua y Ricardo cuenta con cierta morriña su niñez en lengua cocama, menciona la ayahuasca, el pan de árbol. Ricardo deja sentir su vocabulario intacto, y casi olvidado en la comunidad.
— En cocama se dice iranakuima, el saludo cuando te levantas
–Y si te vas a despedir dices, utsaritsí.
— Y el pescado se llama choní, así pues, que estamos olvidando ya. (sonríe Ricardo)
El almuerzo llega de las manos de Purificación, pescado y yuca, agua de cocona, música brasilera y conversación continua. A unos metros los niños arman piruetas con una pelota y unas mujeres reposan la tarde ensimismadas y otras inician caminata.

El sonido de las embarcaciones no cesa y llega el tiempo de internarse un tantito en la selva amazónica. Desde el mirador de Grau, con su gran altura permite otear cuando el Ucayali y el marañón paren al Amazonas, próximos a los ojos viene trayendo lagunas y dando un soplo de vida a la alfombra verde que se tiende en el ladito izquierdo.
Emiliana y su familia se van de caza, de amanecida dicen, a varias horas de camino; detrás viene la lluvia, gruesa y ruidosa, golpea la mohena y el tornillo, se agazapa por allá, en el platanillo y corre por las callecitas de Miguel Grau.

Los zancudos llegan también, amenizan las noches zumbando de allá para acá, interrumpiendo la monotonía de los gatos, los programas televisivos y la música del bar de Grau. ¡… Y a Miguel Grau le abraza la noche!…

Para llegar a la comunidad de Miguel Grau se debe pedir permiso, lo pueden realizar contactándose con Ricardo Tamani al 786322 ó al 969023727
Algunas otras capturas cotidianas.



