Santa Marta , Colombia

Santa Marta en la costa caribeña de Colombia
En las vastas fanegas y playones se extendía mansos los ganados, el cacao y el trapiche para la miel; y los esclavos, estos que eran parte viviente de las pertenencias de los hacendados notables de Santa Marta, estaban dedicados entre otras a las labores domésticas.
Sin embargo, estaban primero los indígenas Chimila, les llamaban bárbaros, dizque hacían del momento español una verdadera agonía. No estaban dispuestos a dejarse adoctrinar en la nueva fe, pero tuvieron finalmente que modificar y adaptar nuevas formas de vida para su supervivencia. No tenían establecimientos fijos y tenían carácter de profundo desapego y movilidad continua. Cuentan también que este pueblo hilaba el algodón, tejía chinchorros, mantas y hacia sombreros, pero el proceso de conquista irrumpió su relación con el medio quedando de tal modo reducidos que tuvieron que ir acomodándose a la vida “civilizada”.

Y por allí también rondaba el armadillo, el puerco espín, el ñeque, el pavo real y el cucaracherito, por los lados donde canta ahora la orquídea nevadense, por los lares donde todavía se le ve palpitar jubilosa a la tierra de los Tayrona en La Sierra Nevada de Santa Marta.
En la Sierra Nevada las brisas tienen un influjo de dicha y las aguas coralinas del caribe confluyen pintando un azul amanecer o un misterioso tinte de crepúsculo. Los pueblos Wiwa, Kaggaba (Kogui), Kankuamo, y Wintukua viven en resguardos indígenas y transcurren sus días conectados a sus sitios sagrados. Dice Wakiwa: –No puedes interferir a la línea negra, porque el bienestar se daña, todo tiene que estar en perfecta armonía. — Pues, somos un pueblo de vida, de palabra y de diálogo–.

“Yo digo entonces, que las visitas podrían interferir la línea negra con las basuras que dejan y con bullicios y con otras molestas fotos que se saquen sin permiso”.
La Santa Marta te recibe en el Rodadero y te despide en el Tayrona, pero tiene escondida sus más imponentes atardeceres en Bahía Concha, Minca, playa Cristal y la Taganga que está hundida en el océano al filo y recibe con un Coco Loco, un saludo espeso de pescadores, y un pelícano enamorao´

Al otro lado, por las aceras, se escucha de la masacre de la bananera contado por Gabriel García Márquez en 100 Años de Soledad. Como varias cosas aquí la historia se convierte en leyenda, la realidad se combina con la fantasía y así nace el Realismo Mágico de Gabo que se teje en el Parque de los Novios con faroles y luces, con ojos azules y negros hondos profundos, con música y bailes y con la figura de algún Florentino Ariza mirando con el rabillo del ojo a una Fermina Daza.

Aquí en Taganga estas embarcaciones te llevan a otros paradisíacos lugares meras, mar y arena en perfecta armonía
Se mezclan la comida, el comercio la música, la conversación con los amigables samarios y varios chapuzones salados en toda la orilla, a dos pasos del centro histórico, allí donde están las estatuas semi desnudas de varias etnias expuestas en la bahía desde algún otoño pasado.

Palmeras, mar y arena en perfecta armonía
Y así La Santa Marta… tiene a la mano el mar que dialoga seria y diariamente con el bosque de altura próximo a los 5.800 metros y de la única enfermedad de la que adolece es de regocijo.
Desde Santa Marta puedes tomar un bus que te lleve al Parque Nacional Natural Tayrona y a La Guajira
Algunas otras tomas



[…] samarios. Y está en la costa nostra Colombiana. ?? Por si quieren saber más aquí : en Bienvenid@s a Santa Marta en ColombiaEstos son los datos como para tener en cuenta y animarse a visitarla. Confieso que yo quiero volver […]